miércoles, 6 de abril de 2011

Furor por las heroínas de las caricaturas japonesas

Crecieron viendodibujos animadosasiáticos y ahora salen a las calles disfrazadas de los personajes que las hicieron soñar


Jóvenes que crecieron viendo caricaturas japonesas ahora salen a las calles disfrazados de los héroes que los hicieron soñar en que casi todo era posible. Son los cosplayers (“costum play” o “juego de disfraces”), una comunidad que manifiesta profunda admiración a la cultura nipona y que se ha cuadriplicado en la última década. Son cientos de mexicanos, pero nadie las ha estudiado tan a fondo como para decir con certeza cuántos son exactamente.
Realizan un par de convenciones nacionales al año a las que acuden más de un centenar de jóvenes que compiten por ver quién logra emular de modo más exacto el aspecto de sus ídolos. Los miembros de esta colectividad caminan, miran, se mueven, hablan y sonríen como los personajes que dominaron la pantalla chica en la segunda mitad de la década de los 90.
Alejandra, de 27 años, deja de ser la diseñadora industrial para convertirse en Yuuko. Linaloe, de 22, olvida que estudia ingeniería química y se transforma en Rosette. Violeta, de 27, deja el traje de abogada y personifica a Sailor Mars. Los personajes de los anime (dibujos animados) y de los mangas (cómics nipones) adquieren vida en estas chicas que se definen como integrantes de los Otakus, una palabra japonesa que describe a las personas que tienen apego exagerado a cualquier actividad, pero que en México y otros países del mundo han formado comunidades que adoptan hábitos y costumbres japonesas.
Coleccionistas de figuras, tarjetas, mangas, animes, disfraces. Son aficionados a los videojuegos, a los juegos de cartas y al karaoke. Son capaces de entonar en japonés las canciones de sus series favoritas aunque, dicen las jóvenes entrevistadas por EL UNIVERSAL, sólo alrededor del 5% de los otakus dominan tal idioma.
Se toman fotos en distintos rincones de la Ciudad de México y alcanzan su grado máximo de notoriedad durante sus dos reuniones nacionales: la TNT, que se realiza en el Centro de Convenciones de Tlatelolco, y La Mole, en Expo Reforma.
Pero desde hace algunos años ya no sólo se les ve en las convenciones, ahora han creado sus propios espacios de reunión en la ciudad, casi siempre rodeados de cómics. Acuden a Rock Show, un sitio que se encuentra frente a la Alameda Central, donde compran y comparten todos los sábados objetos relacionados con el anime o incluso se reúnen para jugar cartas. Se les mira también en tiendas de cómics o en los llamados Maidcafe, donde las meseras atienden con su Cosplay puesto, el más famoso es Nivel 10, en la colonia Juárez.
Suelen vestirse con muchos adornos, portan detalles de sus series favoritas, ya sean cabellos de colores y cortes estilizados, utilizan bandas, boinas e incluso orejas de gato confeccionadas en peluche. Sus celulares suenan con tonos de música japonesa y sus sobrenombres o apodos también están en japonés.
El mundo Cosplayer
No todos los otakus son cosplayer, pero sí todos los cosplayer son otakus. Alejandra lleva 10 años practicando el Cosplay. Dice que sus trajes los usa durante las convenciones de cómics y para tomarse sesiones de fotos en diversos sitios de la ciudad. Tiene unos 11 trajes y ha confeccionado más de 200 para otros cosplayers. Esta diseñadora industrial está a punto de lanzar una línea de ropa para otakus. “Muchos no nos identificamos con la moda que venden en las tiendas. Nosotros somos barrocos, necesitamos tener mucho colorido en nuestro vestuario”, dice la chica de 27.
Es dueña de una tienda virtual donde vende pelucas de colores, trajes, espadas, alas, zapatos, maquillaje y hasta pupilentes de diversos colores que crean un efecto que hace que los ojos se vean más grandes, como los de la mayoría de los personajes de las caricaturas japonesas. Ella compra muchos de estos productos por internet y luego los ofrece a los miembros de su comunidad a través de la red.
Dice que su negocio ha ido creciendo gracias a que los cosplayers cada vez invierten más dinero en caracterizarse aunque, añade, la mayoría cosen sus trajes a mano. Ella detectó que los miembros de esta comunidad hacen todo lo posible por encontrar la peluca, los pupilentes, los zapatos y los accesorios que los hagan parecerse más a sus ídolos. Esa necesidad hizo florecer su negocio. Si quieren ojos rojos, se los consigue. Si quieren caracoles alrededor de la pupila, se los allega.
“Los cosplayers son el principal atractivo de las convenciones y, por lo tanto, lo más esperado y criticado en el mundo de los otakus. Lo que más busca un cosplayer es ganar los concursos para poder representar a México en el mundial de Cosplay que se celebra cada año en Japón”, cuenta Alejandra.
Ella ya cumplió ese sueño. Junto con Linaloe, representó a México en el mundial de Cosplay de 2007, donde obtuvieron el tercer lugar. Ellas han sido las únicas otakus mexicanas en llegar a Japón y obtener un premio. Alejandra participó como Sailor Galaxia y Linaloe como Sailor Moon. Desde entonces, a Linaloe se le conoce en el mundo Otaku como Lina Moon. Y no podría ser de otro modo: aunque no vista el traje, esta chica habla y se mueve como Sailor Moon. Practica el Cosplay desde los 17 años y guarda en su clóset 16 disfraces, todos de personajes de manga y anime con características tiernas. “Los elijo porque me gustan, siempre busco personajes que se vean más tiernos o que vea que puedo tener cierto parecido”, dice.
Violeta es abogada y lo suyo es disfrazarse de una de las múltiples chicas malas que aparecen en las caricaturas japonesas. Ha quedado en segundos y terceros lugares dentro de los concursos de las convenciones, pero ahora busca ir al mundial y por eso lleva más de un mes preparando su cosplay para la convención de “La Mole”.
Confiesa que cuando trae su cosplay deja de ser ella por un momento. “Uno puede expresarse sin ser criticado; mientras portas el traje, dejas de ser tú y te conviertes en tu personaje favorito; para mí es una manera sana de dejar los problemas atrás sin tener que acudir a los vicios”, dice.
Paula es una de las cosplayers veteranas. Lleva seis años haciendo Cosplay y tiene unos 40 trajes con los que ha ganado 13 premios en distintos estados del país. Ella coordina los concursos de Cosplay en las convenciones de TNT. Asegura que unos 120 cosplayers de todo el país se reúnen cada año en ese evento con el objetivo de representar a México en Japón.
“Durante todo el año se buscan a los mejores cosplayers del país en las diferentes convenciones estatales, para luego reunirlos en la gran final que se hace en la Ciudad de México. El premio máximo que puede recibir un cosplayer es conocer Japón, además de la satisfacción de ser reconocido dentro de la cultura Otaku”, cuenta.
Los primeros otakus
Christian Hernández, profesor e investigador de El Colegio de México, egresado de la Maestría en Estudios de Asia y África, y especializado en Japón, realizó uno de los pocos estudios sobre el tema: “El nacimiento de la cultura otaku”.
La investigación explica que en la segunda mitad de los años 90 se suscitó un boom de caricaturas japonesas, difundidas principalmente por TV Azteca y posteriormente por el canal 5 de Televisa.
El origen del fenómeno lo ubica con la aparición televisiva, en 1996, de la serie animada Sailor Moon.
Del 96 al año 2000 se transmitieron por televisión abierta series como Los Caballeros del Zodiaco, Sailor Moon, Pokemon, Ranma 1/2 y Dragon Ball Z, hasta que comenzó una crítica del anime por parte de autoridades educativas de algunos estados, quienes prohibieron el uso de ropa o artículos escolares con imágenes de personajes de manga y anime por considerar que constituían una mala influencia para la niñez mexicana. Estos dibujos animados fueron señalados como “pornográficos”, “diabólicos” y “satánicos”.
En 2001, un sacerdote católico del estado de Hidalgo pretendió quemar masivamente productos de Pokemon, situación que se detuvo después de críticas severas al asunto por parte de intelectuales, como el fallecido Carlos Monsiváis.
Una década después dichos ataques han desaparecido del espacio público, dando paso al fortalecimiento de una comunidad que se caracteriza por jugar a disfrazarse de los héroes televisivos que los hicieron soñar en que casi todo era posible. Los otakus, dicen las chicas entrevistadas, crecieron 400% en los últimos 10 años.

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